29 de enero de 2013

Pon un Chicote en tu vida


Me gusta Pesadilla en la cocina, el programa que emite La Sexta todas las semanas en prime time. En Pesadilla en la cocina dueños de negocios ruinosos de hostelería recurren desesperadamente a la ayuda del chef Chicote para que les enseñe el modo de sacar el restaurante a flote. Y Chicote acude al rescate. El afamado cocinero irrumpe en la cocina ataviado con su mandilón hortera y junto a los fogones analiza las formas de actuar de cada uno de los empleados, diagnostica los errores y le muestra al dueño del cotarro la cruda realidad de su negocio: un proyecto condenado al fracaso si no se le da una solución inmediata.
 
Las razones por las que los restaurantes que visita Chicote estan abocados a echar el cierre suelen ser evidentes. Un jefe de cocina despótico, un dueño incompetente, unos camareros desmotivados. Aunque los fallos en la gestión de los restaurantes como decía son de bulto, saltan a la vista, no es menos cierto que solo se descubren a personas que no participan de la dinámica negativa en la que se ven sumidos los que trabajan en el restaurante de marras. El jefe de cocina, el encargado, los camareros, todos sufren una rutina negra, trágica, una especie de ceguera que los arrastra inevitablemente a la cola del paro si algo o alguien no logra hacerles ver lo que no pueden o no quieren ver. Y aquí entra Chicote. En uno de los programas un hostelero desesperado que acabó viendo la luz, reconoció a toro/chicote pasado que a lo mejor necesitaba que alguien me dijera las cosas a la cara.
 
Las cosas a la cara.

No sería mala cosa poder llamar a un número de teléfono y poner un Chicote en nuestras vidas, de modo que una persona ajena a nuestro círculo afectivo se pasara por casa a decirnos las cosas a la cara, que se sentara a la mesa camilla del salón comedor y nos hiciera ver frente a nuestras narices la realidad desnuda, los errores vitales que nos van pasando inadvertidos, los castillos en el aire que a veces roban demasiado nuestra atención y no estamos dispuestos a reconocer, la atenazante falta de ambición, la rutina a la que en ocasiones nos abandonamos. 
     

1 comentario:

weiss dijo...

Me gusta el programa (yo soy muy cocinitas, tú sabes), y sí, coincido contigo en eso: qué bien nos vendría a muchos un Chicote a modo de "personal coach" para reconducir nuestros talentos dormidos. Que, mientras no se demuestre, no hay más vida que ésta, y habría que aprovecharla.