21 de mayo de 2013

Una visita a muelleuno


Hace una semana me di un paseo por muelleuno, la zona del Puerto de Málaga recientemente remozada por el Ayuntamiento y ganada a la ciudad como un rutilante centro comercial abierto.

Las dimensiones de la inversión dedicada a rehabilitar esta zona portuaria se intuyen desde el mismo momento en que desciendes al parking subterráneo. Rótulos indicadores LED, algas marinas dibujadas en las paredes y chill out en el hilo musical predisponen al visitante para lo que va a descubrir en la superficie. Coges el ascensor y emerges al muelle donde frente a ti se presenta un espacio cool y moderno desde el que se tiene una incomparable vista de la ciudad y donde las tiendas a modo de naves, espaciosas y de altos techos, se abren al mar.
A lo largo del muelle abundan los bares de copas y se alinean comercios de toda clase: tiendas multimarca de moda, establecimientos de venta de muebles, negocios de restauración, áreas de recreo infantil, etc. Hay de todo.

De todo, menos una librería.

El hecho de que entre tanta tienda no haya un mal hueco para libros me parece revelador, confirmando así mis sospechas de que este muelleuno es un emplazamiento fashionista más al que la gente viene a ver y a ser vista, un rinconcito de glamour dispuesto para que el público más it, tras pulirse la tarjeta, disfrute de las puestas de sol sobre la bella ciudad de Málaga con un vaso de balón en la mano.

Un centro comercial sin librería tiene la misma sustancia que la vida interior de la que hace gala un pedorra televisiva cuando le arriman un micrófono a los morros.


Pero una grata sorpresa me aguarda cuando termina mi visita a muelleuno. Justo al lado del centro comercial abierto, se celebra la Feria del Libro de Málaga, de manera que para sacudirme tanta estulticia me acerco a uno de los puestos y compro una novela.

La pago, y me largo.

1 de mayo de 2013

La regla de las tres "ces"


Una de las cosas que le pido a un jefe es que tenga la capacidad de dar instrucciones que se amolden a la regla de las tres "ces": Claras, Concretas y Concisas. Y ello porque la puesta en práctica de órdenes oscuras, inconcretas y difusas por parte del encargado de llevarlas a cabo no solo pueden dar lugar a consecuencias indeseadas sino también provocar un vuelco en la situación geopolítica del mundo.
 
¿?
 
9 de noviembre de 1989. Egon Krenz, sucesor de Honecker como cabeza del Politburó de la República Democrática Alemana, ordena a Gunter Schabowski, portavoz del Gobierno, que en la inminente rueda de prensa y con el objeto de apaciguar los ánimos de los ciudadanos de la R.D.A., haga una somera alusión a la confusísima nueva regulación de las condiciones para viajar al extranjero. En el encuentro con periodistas de todos los países el portavoz cumple las indicaciones del jefe. Perspicaces, los plumillas detectan las contradicciones existentes en el nuevo plan de viajes ideado por el Gobierno, en base a lo cual deciden acribillar a preguntas sobre el asunto a un atribulado Schabowski, quien ante un mar de dudas termina haciendo unas declaraciones que cambiarían el mundo: los ciudadanos de la R.D.A. podrán viajar al extranjero sin la necesidad de contar con la autorización previa de las autoridades fronterizas.
 
Inmediatamente una multitud de berlineses se agolpa frente a los puestos fronterizos del Muro, Puerta de Brandeburgo, Checkpoint Charlie, Invalidenstrasse, etc, con las consecuencias que todos conocemos: el fin de la Guerra fría y de la bipolaridad en el mundo.
 
 
 
Esta reflexión señores viene a cuento por la coincidencia de dos acontecimientos: el reciente cambio de puesto y de centro de trabajo (y de jefe) y porque acabo de leer el libro La caída del Muro de Berlín. Crónica de aquel hecho inesperado que cambió el mundo, de Jean-Marc Gonin y Olivier Guez (Alianza Editorial).

Y tu jefe, ¿qué tal da las instrucciones?